Autora: Juliana Arbeláez
Un buen diseño es la puerta de entrada a satisfacer nuestras necesidades, gustos y hasta nuestros caprichos, y disfrutar del camino de verlos construidos.
¡Hace algún tiempo publiqué en mis redes sociales una pieza que empezaba con la siguiente pregunta: ¿Sabías que el proceso de diseño es perfecto para planear un proyecto? Las respuestas que di en aquella publicación las creé desde la perspectiva de Project Manager con la que suelo enfocar la información que comparto. He tenido abierta esta conversación con muchos de los emprendimientos que nos acompañan en LOOK&FEEL Magazine, por lo que en esta ocasión quiero proponer las respuestas partiendo del entendimiento que debe existir en la relación cliente-diseñador cuando iniciamos un proyecto. Creo que cuando tenemos la oportunidad de entender lo que sucede tras bambalinas, mas allá del resultado final, podemos entender el valor que tiene un diseño.
Si bien un proyecto de arquitectura tiene algunas etapas previas de Estructuración (¡que también son muy importantes!), el proceso de diseño es quizás el más importante de los que componen la etapa de Planeación. Los clientes traen a la mesa una serie de sueños, deseos y necesidades que solo el diseñador es capaz de traducir para componer armónicamente una solución que se materializará durante la construcción. Con los años he comprobado que la capacidad de expresar gráficamente en planos y dibujos tridimensionales lo que quiere el cliente para que este pueda imaginar el resultado, es un proceso producto de mucho conocimiento y talento, búsquedas permanentes de materiales y soluciones arquitectónicas propias del oficio y de la industria que se teje al rededor de la arquitectura.
Los arquitectos, incluyéndome, tenemos la capacidad de hacerlo parecer simple. Hace varios años entendí que cuando los clientes dicen “hazme el dibujito” no están menospreciando el trabajo que hacemos, por el contrario, les parece tan sencillo que a través de 3 o 4 líneas se pueda expresar de manera comprensible una idea, y por ello que se atreven a solicitarlo en la primera reunión. Sin embargo, lograr esas líneas expresivas ha requerido varios años de estudio, horas de exploración de referentes en imágenes para entender las tendencias y sobre todo entrenar las habilidades interpersonales para traducir al lenguaje de la arquitectura las necesidades del cliente. Para hacer más clara la idea acudo al siguiente ejemplo: los renders o imágenes de realidad virtual. Para los ojos incautos de un abogado o de una maestra es un dibujo que le permite visualizar un espacio e imaginarlo.
Para los diseñadores es una herramienta de trabajo. Dibujar en tres dimensiones no se hace automáticamente utilizando un software de modelado. A medida que el diseñador empieza esta tarea va ajustando proporciones, geometrías, luces y acabados casi reales para que los colores logren cautivar a los clientes. El resultado final, lo que ve el cliente para hacer sus comentarios y posibles cambios, es un proceso con horas de trabajo y conocimiento. Llegar a la capacidad de hacerlo es parte de la respuesta que puede dar el diseñador después de escuchar y entender los deseos del cliente, y traducir al lenguaje del diseño lo entendido y la respuesta que puede dar nuestra industria a sus necesidades.
Al valorar el tiempo que toma el proceso de diseñar el cliente se está permitiendo entrar en el complejo terreno de la construcción con mayor certeza. El diseño, como lo dije en mi publicación, permite anticipar el paso a paso de los procesos constructivos, con lo cual se puede preparar un buen presupuesto de obra y una buena programación. Los diseñadores son el puente para pasar a esta etapa, la cual probablemente tendrá imprevistos, pero nunca será improvisada. De allí la importancia del proceso. Anticipar la mayor cantidad de actividades, costearlas y planear una secuencia lógica solo es posible cuando hay un diseño arquitectónico adelantado y consensuado entre clientes y arquitectos.
Durante el proceso de investigación para escribir este artículo pude acceder a información de diferentes fuentes sobre cuanto cuesta hacer un diseño en sus fases preliminares (sin entrar en detalles de magnitud real). Los rangos son variados, pues dependen de la estructura de costos del estudio o taller de arquitectura, sin embargo, para ofrecer un contexto un diseño sin mayores complicaciones hecho por un emprendedor requiere una inversión que empieza en 600 USD. Los emprendedores, así como las empresas maduras del mercado, deben dedicar recursos humanos y tecnológicos para resolver esta etapa inicial, porque pago o no, el diseño siempre se hace.
Es responsabilidad del arquitecto que ante los ojos del cliente se sienta fácil resolver sus necesidades con una estética de su gusto personal. También lo es que gestos tan sencillos como encender una lámpara permitan que la luz llegue al espacio con la calidez e intensidad esperada. Así como es responsabilidad de todos los que entramos en el universo de un proyecto de remodelación o construcción dar valor a este oficio respetando cada uno de los procesos y las personas que con su conocimiento participan de el.
Un buen diseño es la puerta de entrada a satisfacer nuestras necesidades, gustos y hasta nuestros caprichos, y disfrutar del camino de verlos construidos.
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